La vida aquí se acaba, pero en Dios podemos tener vida eterna, debemos poner nuestra confianza en Él
«Hazme saber, Señor, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy. Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. ¡Un soplo nada más es el mortal! Es un suspiro que se pierde entre las sombras. Ilusorias son las riquezas que amontona, pues no sabe quién se quedará con ellas. Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza he puesto en ti! Líbrame de todas mis transgresiones. Que los necios no se burlen de mí. Salmos 39:4-8 NVI.
Cada momento de nuestra vida nos recuerda que la eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre es una realidad incambiable, como también lo es la verdad de que Dios no necesita de nosotros para seguir siendo el Dios eterno en todo su Ser. Sin embargo, nosotros somos tan frágiles, débiles y pecadores que necesitamos de Dios para vivir.
De nada servirá todo lo que hagamos en la vida, de nada servirán todos nuestros logros si al final nuestra alma corre riegos de perderse. Así que, debemos poner nuestra confianza en Dios y que Él sea el que nos dicte la forma de vivir, porque sólo Él tiene el poder y la misericordia para sacar nuestra vida de la muerte.
La Biblia también dice:
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, cuando dices: «¡Vuélvanse al polvo, mortales!» Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como unas cuantas horas de la noche. Arrasas a los mortales. Son como un sueño. Nacen por la mañana, como la hierba que al amanecer brota lozana y por la noche ya está marchita y seca. Salmos 90:3-6 NVI.
Mis días son como sombra que se va, Y me he secado como la hierba. Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre, Y tu memoria de generación en generación. Salmos 102:11-12 RVR1960.