El ser humano sin Dios termina por marchitarse

Aunque aparentemente el ser humano prospere sin Dios un día terminará marchitado. Dios debe ocupar el principal lugar de nuestras vidas, porque nuestra salvación viene de Él y, porque todos los días nuestras vidas necesitan sus bendiciones Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. No te enojes sobremanera, Jehová, ni tengas perpetua memoria de la iniquidad; he aquí, mira ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros. Isaías 64:7-9RVR1960

Debemos invocar el nombre de Dios y buscar en Él la transformación de nuestras vidas, solos no podemos contra el pecado, solo no podemos agradarle, solos no podríamos alcanzar la salvación. Solo los que invocan el nombre de Dios son salvos y esto es la respuesta humana a la aceptación del evangelio.

Dios es el único que puede otorgarnos la vida eterna. En el caso de quienes ya hemos recibido el don de la salvación, debemos anhelar y buscar cada día que nuestras vidas sean gratas ante Dios y estén cumpliendo su propósito, debemos buscar su gracia y su misericordia para no ser castigados.

Debemos apoyarnos en Dios para tomar decisiones y, también nuestras acciones deben ser reguladas conforme a su voluntad revelada en su palabra. En cada circunstancia que enfrentemos debemos cuidar de ser obedientes y mantener nuestra confianza en Dios, bajo la convicción de que estamos en sus manos y que cada momento y ocasión Él lo usará para quebrantarnos y así darnos la forma que quiere, tal y como un alfarero amasa el barro hasta terminar su propósito en él.

 La Biblia también dice:

Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos.
Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia. «Porque mis pensamientos no son los de ustedes,
ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—.
Isaías 55:6-8 NVI.

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios. Colosenses 1:9-10 RVR1960.

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