Con la fe en Cristo estamos convencidos de lo que vivimos y viviremos

Nos mueve la fe para creer, para servir a Cristo y vivir todas sus promesas.

Ver para creer realmente no es creer, pero al mismo tiempo, creer no es depositarse a ciegas.

Creer implica poner la mirada en Cristo, porque aunque no lo vemos nuestra fe está basada en un hecho real, en su resurrección. La fe nos llega como don del cielo, con esta fe podemos aceptar con certidumbre a Cristo como nuestro suficiente salvador, como único y a quien debemos proclamar en todo el mundo como Señor de todo y de todos.

Por otra parte, la palabra de Dios revelada nos señala a Cristo anunciado y, todo lo dicho de él se cumplió en el tiempo. Pero además, el Espíritu Santo hace viva la Biblia en nosotros, hace efectiva la Palabra de Dios en nuestros corazones, de ese modo abrazamos a Cristo y sus promesas y, así podemos confiar en él. Por esto mismo, tampoco necesitamos milagros para creer, nos basta su gracia en nosotros, con la que sin ver podemos creer.

Ustedes aman a Jesucristo, aunque no lo han visto; y ahora, creyendo en él sin haberlo visto, se alegran con una alegría tan grande y gloriosa que no pueden expresarla con palabras, porque están alcanzando la meta de su fe, que es la salvación. 1 Pedro 1:8-9 DHH

Jesús le contestó: — ¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios? Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo: —Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado. Juan 11:40-42 DHH

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