
Dios nos hace fuertes para vencer cuando sufrimos y nos abastece con su gracia para que seamos perfeccionados en ese proceso de tribulación. De igual modo en la gracia encontramos la presencia de Dios que nos da reposo, la paz para estar en quietud y la esperanza de recibir bendiciones aun en medio de las perdidas.
“Y me ha dicho: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12:9-10 RVR1960
Tengamos completa seguridad que la gracia de Dios es suficiente para enfrentar las adversidades, porque a través de ella somos sustentados espiritualmente, además, lo que el mundo necesita conocer es la gracia que salva y no religiones. Por esto mismo, Lo más importante es una relación con Dio
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Nuestras tribulaciones resultan necesarias, no solo para conocer más la gracia de Dios, para crecer a través de ella, sino que también, porque somos instrumentos de esa gracia en el mundo. El mundo debe ver en nosotros la vida nueva que nos ha sido implantada, debe ver la mente y la imagen de Cristo. Las tribulaciones que sufrimos es como si tuviéramos una espina en el cuerpo, algunas veces Dios puede quitarla conforme a su voluntad, pero en otras ocasiones, puede que no nos quite, pero si nos aliviará y nos dará la salida.
Dios es el que sabe que es lo mejor para sus buenos propósitos en nuestras vidas, por eso debemos sólo confiar en Él y no en nuestras habilidades, recurso o propia opinión. Debemos aprender a descansar en Dios, porque el sólo tiene para nosotros buenos planes.
Cuando sufrimos, el interés de satanás no solo es que sintamos el dolor que padecemos en la tribulación, sino que también tiene como objetivo principal desaparecer nuestra fe. Satanás busca ponernos en contra de Dios y que comencemos actuar enojados con el Señor, reprochándoles siempre por lo que nos está sucediendo. Pero debemos saber, que en esos momentos de angustias Dios tiene el control, y hará que todo sea para nuestro crecimiento y salvación, porque es Dios el que fortalece a sus hijos para que perseveren hasta el final y se salven en medio de este mundo difícil.
Por esto se hace evidente el poder de Dios en nuestros padecimientos, porque a través de su poder nos fortalece para vencer. Al final las tribulaciones nos ayudan para entender que toda la gloria de nuestros triunfos es de Dios, porque no son nuestras fuerzas las que dos dan la victoria, sino el poder de Dios que derramado en nosotros.
En el momento de las aflicciones somos como un vaso frágil, y en ese vaso frágil es depositado el poder más grande y aunque seamos débiles nos volvemos inquebrantables ante el mal, por el solo poder de Dios, por eso al final toda la adoración y la alabanza deben ser de Dios.
Debemos enfrentar con alegría nuestras aflicciones, porque de esa manera celebramos anticipadamente la intervención de Dios y porque tenemos la certeza que después de ese proceso aunque difícil, seremos mejores para gloria de Dios, para el ministerio en la obra del Señor y para el propósito principal de nuestra salvación, la cual precisamente está siendo completada por la sola gracia de Dios y por su suficiente poder.