Que nuestras sonrisas hermoseen nuestro rostro, pero además, que sean el reflejo del gozo de nuestro corazón.
Si va por la calle, o se encuentra en algún sitio donde están reunidas varias personas, incluyendo nuestros templos, observe el rostro de los que le rodean, y lo que observe será la realidad del corazón. ¿Por qué le digo esto? Porque lo que nosotros manifestamos en el rostro es lo que hay en el corazón; tal vez hay enojo, desagrado, preocupaciones, fracasos, tristezas o el gozo y la alegría de Dios.
La invitación de Dios para vivir en gozo, no elimina la realidad del dolor y de los tiempos de lágrimas, más bien es la esperanza de afrontar todo con la certidumbre en Dios, entonces, eso nos dará mayor alegría que la tristeza y las angustias que nos pueden provocar las adversidades, y además el gozo nos preparar para vencer.
Todo lo que en esta vida perdamos es recuperable en la eternidad, si pierdes el cuerpo lo recuperarás en el día de la resurrección, si pierdes un momento de alegría, el gozo con Dios será mayor. Por lo tanto, si aquí no es fácil mantener el gozo, gocémonos en la esperanza de que cuando estemos con Dios en la eternidad nuestro gozo será completo.
Hagamos el esfuerzo de sonreír más, porque hasta usted es consiente, que cuando va a algún lugar, espera que la persona que le entiende sea amable y que le despache con un rostro alegre y sonriente, ese momento le hace sentirse bien.
Así que, compartamos el gozo que nos da Dios al darnos el regalo más grande de la salvación, y que esa alegría contagie a otros, y que además, les de la esperanza que nosotros tenemos por la pura gracia de Dios.
Pensemos que nada vale más que lo que tenemos, que nada es mejor que la salvación que Dios nos ha dado. Así que, si nos toca afrontar adversidades, debemos enfrentarlas con la fuerza de Dios, que nos da a través del gozo cuando nos sentimos perdonados y salvados.
Si fuera de la salvación no hay mayor gozo y todo lo demás es recuperable, significa que el gozo del Señor prevalece por encima de todo, incluyendo por encima de la tristeza y el llanto, porque incluso, el gozo de Dios es nuestra fortaleza y nuestro mayor consuelo en la tristeza.