A través de los salmos aprendemos a buscar la ayuda de Dios y a esperar pacientemente en Él.
Los salmos no solamente son una guía para conversar con Dios, también nos proporcionan palabras para comunicarnos con Él desde nuestras necesidades.
En esta porción de la Biblia encontramos de muchas maneras el reflejo de nuestro corazón, pues los salmos describen el estado o la condición humana en los diferentes momentos de la vida de fe, de cada personaje en turno.
Pero claro está que, también los salmos, describen claramente y poéticamente la respuesta de Dios a la condición humana. Podemos ver en ellos, la intervención de Dios en la vida de sus hijos, de acuerdo a la condición de su fe y a la situación externa de la vida.
Por esto, sin pasar Dios por alto, la condición del corazón de su pueblo, sea que estuvieran actuando en alabanza, pecado, dudas, o que estuvieran bajo un dolor sofocante y por lo mismo, en un ambiente de reclamo, se le ve en los salmos actuando, para ayudar a su pueblo y para darle a la vez un mensaje, de consuelo, de esperanza, fortaleza y hasta de juicio.
Es tan especial y tan clara, la manera en la que los salmos someten nuestras vidas al gobierno soberano de Dios, pues repetidamente, sin quitarle esta belleza, sino al contrario, siendo el clímax de cada porción, nos recuerdan que Dios es el Creador y sustentador de todo cuanto existe.
También el texto de los salmos exalta lo especial que somos para Dios, y en ese propósito de someternos a Dios, nos invitan a la adoración fiel y sincera, a rendirle alabanzas a Dios. Incluso, nos proporcionan el fundamento de lo que tiene que ser nuestra alabanza al supremo Dios.
Por lo tanto, debemos poner nuestra atenta mirada en esta parte de las Escrituras, porque allí encontramos el lenguaje de fe con el que podemos buscar a Dios para que supla nuestras necesidades, porque los salmos nos permiten ver a Dios como la fuente del bien, que nuestro cuerpo, nuestra alma y que nuestra comunidad de fe necesita.