Solo podemos perseverar con el poder de Dios y con la fe hasta que Cristo regrese a la tierra y nos corone con la misma gloria con la que él fue glorificado.
Dios nos protege para que el mal no alcance nuestro interior y para que no afecte nuestro corazón quitándole la paz y el gozo, de lo contrario no podríamos entender la protección de Dios, porque todos somos conscientes que nuestra carne sufre constantemente por una o por otra cosa. Dios no permitirá que satanás nos dañe al grado de robarnos la salvación y la vida eterna.
Con la protección que Dios nos brinda nos queda claro que Él permite nuestros padecimientos, para que afiancemos nuestra vida en sus promesas, y para que tengamos más certidumbre de la salvación.
Si Dios nos protege con su poder mediante la fe, es porque sólo Él es capaz de guardarnos seguros, pero es también nuestra responsabilidad confiar cada día más en su poder. Debemos ser diligentes para que a través de todos los medios que ha provisto nuestra fe sea más grande. Con una fe solida podemos resistir los ataques del maligno, esto significa que nuestra fe en Dios es necesaria todos los días, porque el maligno no hace pausas en dañarnos hasta llevarnos a la perdición eterna.