Somos felices porque lo mejor está por venir

Somos los más dichosos en esta vida, porque es Dios quien cambiará todos los males que padecemos en bienes muchos mayores a nuestros sufrimientos.
Por todas las angustias que aquí vivimos, Dios nos hace una promesa maravillosa que nos anima a confiar más en Él, y a continuar con fidelidad nuestra travesía temporal por este mundo. Al poner nuestra dependencia en Dios nos hace partícipes de bendiciones temporales, pero también de las que son eternas, no solo para esta vida, sino también para la venidera.
Esta verdad debe mitigar nuestro sufrimiento como hijos de Dios en este mundo, quienes somos los más dichosos y felices, porque tenemos promesas futuras, y porque somos los únicos que recibiéremos recompensas por nuestras tribulaciones en esta vida. Por esto no debemos desmayar, sino atender con más diligencias las cosas eternas.
Por otra parte, debemos levantar nuestra mirada al cielo para encontrar ahí el gozo y la bienaventuranza, cosas que aquí no hallaremos, aunque el maligno astutamente y mentirosamente nos quiera seducir, para involucrarnos en deleites, pasajeros que ofenden a Dios, y que en lugar de llevarnos a la bienaventuranza como es el propósito de Dios, nos llevan a la desdicha.