No hemos recibido garantías para vivir una vida libre de sufrimientos, pero si tenemos garantías en Cristo, de ser fortalecidos para soportar y que de las adversidades siempre sacaremos provecho para el crecimiento de nuestra fe, porque Dios siempre actúa ahí para bendecir a sus hijos.
Tenemos que aprender a ver las tribulaciones de manera positiva, porque a través de ellas podemos obtener una fe más perseverante, pero no son en sí las tribulaciones las que nos da un tipo de fe más sólida, sino más bien, es Dios el que con su gran poder y misericordia usa aún lo negativo que vivimos para hacernos bien.
Uno no puede alegrarse por sufrir, pero la vida se vuelve gozosa cuando aprendemos a confiar más en Dios, cuando estamos más firmes y produciendo mejores frutos cristianos, y esto puede ser posible a través del crecimiento que recibimos por la gracia de Dios mediante la prueba de nuestra fe. Dios completa la obra de sus hijos, los perfecciona a través de la fe.
Al reaccionar en las tribulaciones nos damos cuenta sobre la calidad de nuestra fe, sobre la confianza y resistencia que realmente tenemos en Dios, esto nos hará actuar responsables para buscar la fe suficiente. Pero también, cuando somos probados, la gracia de Dios actúa libremente y nos ayuda a pulir nuestra fe, porque al ver la mano misericordiosa de Dios en ese momento actuando por nosotros para rescatarnos y darnos la victoria en la adversidad, nos hará sentir su amor y su misericordia, por lo que pondremos mas nuestra confianza en quien nos ama y actúa en nuestro favor.
Siempre nos dará gozo ver las maravillas de Dios, y esto no es la excepción en nuestras vidas cuando estamos pasando por sufrimientos, porque aparte de que se reafirman las promesas futuras de Dios, nos hace sentir su amor en esos momentos en los que a lo mejor todos nos dejan solos, cuando nos hemos quedado sin ningún recurso, cuando las fuerzas físicas se van, pero Dios siempre ha estado ahí, siendo nuestro fiel proveedor, nuestro soporte y fortaleza.