
Recibir el perdón por nuestros pecados está garantizado por Cristo, porque con su sacrificio voluntario y perfecto, aplacó la ira de Dios que estaba sobre nosotros, pues logro satisfacer la justicia divina, de tal manera que al creer en Cristo y buscar el perdón en su sangre somos libres de la muerte como castigo por el pecado, en lugar de la muerte, recibimos la vida eterna.Permanentemente debemos confesar a Dios nuestros pecados en arrepentimiento,
porque aun en la condición que nos encontramos erramos ante la voluntad de Dios, transgredimos las normas divinas y por lo mismo, es necesario buscar el perdón. La muerte de Cristo fue necesaria para obtener los méritos que nos permitan acudir con confianza a Dios, sabiendo que no seremos rechazados, sino que seremos recibidos cuando en humildad llegamos a su presencia, a la fuente del perdón y de la vida eterna.
El arrepentimiento es volvernos para tomar el camino correcto, es cuando sintiendo dolor por actuar contra Dios, reconocemos nuestra condición y nos sujetamos a la disposición divina, pero al mismo tiempo pedimos misericordia, sin reclamar nada, ya que lo único que merecemos es el castigo eterno. Sin embargo, arrepentidos sinceramente recibimos el perdón.
La promesa de Dios se cumple, pues nunca dejará a nadie en la miseria del pecado, ni bajo el poder opresor del mal. Este trato de Dios es tan eficaz, ya que no solamente se da la declaración del perdón, sino la purificación real de nuestras vidas, pues Dios nos limpia de toda maldad, y además, nos sentimos libres del pecado, lo cual se manifiesta con el gozo que se vive al no tener ninguna deuda, ni ninguna mancha por la que seamos señalados o por la que el juicio de Dios venga sobre nuestras vidas.