Nuestra libertad del mundo de tinieblas donde estábamos pasivos para Dios y activos para el mal, es el resultado de la obra salvadora de Cristo.
Esta libertad ya es real en nuestra vida, porque una vez ya libres no podemos caer en la misma esclavitud, sin embargo, por otra parte, esta libertad se debe ir experimentando cada día, porque si bien ya somos libres en lo general, en lo particular por la debilidad humana, por el descuido y la negligencia espiritual podemos caer bajo el poder del maligno.
Nuestro deber, es ir consolidando nuestras vidas a través de la gracia de Cristo mediante todos los medios que ha provisto para ello, y por el poder santificador del Espíritu Santo. No tenemos que conformarnos a este mundo, ni conformarnos con este mundo, pues debemos vivir de acuerdo al reino de Dios y para el reino de Dios, pues ahí está nuestra ciudadanía.
Por la gracia de Dios podemos salir inmediatamente del reino miserable y doloroso del maligno, porque si pedimos perdón a Dios nos perdona, e inmediatamente nos otorga los derechos de hijos y comenzamos así a disfrutar las bendiciones eternas. No vivamos más en tinieblas bajo el poder destructor de satanás. Recibamos el ofrecimiento de la gracia de Dios mediante el arrepentimiento de nuestros pecados y vivamos sus bendiciones abundantes.