¿Cómo podríamos hablar de triunfos si no enfrentamos adversidades? ¿Cómo conoceríamos sobre nuestra fe si no fuera probada? Por esto es por lo que en lugar de quejarnos con Dios debemos pedir su ayuda y agradecer, porque seguro que los que lo buscan confiando no serán desatendidos y porque de estas experiencias a veces dolorosas y amargas saldremos con firmeza de carácter cristianos y más arraigados con la fe en Cristo.
Cuando enfrentamos a los enemigos de la fe, no solo resistimos, sino que el mal claudica ante el poder de Cristo, y al final nuestra experiencia de fe nos permite conocer más las riquezas de Dios en Cristo, ya que, en estos enfrentamientos espirituales, ya sean las tribulaciones o tentaciones aprendemos a no valernos solos, pues quien no busca el poder de Cristo no tiene nada bueno que contar, si no por el contrario, sólo podrá lamentar. Recuerde esta promesa; “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” Romanos 8:37.