Dios nos ha dado su Palabra para que vivamos a través de ella. No podemos crear maneras de agradar a Dios, sencillamente porque nuestra naturaleza pecaminosa no lo permite. Sin embargo, Dios ha puesto en medio de nosotros su Palabra, que es más viva y eficaz, y penetra como espada hasta el fondo de nuestro ser.
Cada día debemos alimentarnos de ella, desmenuzar su contenido, encontrar nuevos desafíos que nos lleven a ser mejores cada día. Así, nuestra naturaleza pecaminosa irá diluyéndose poco a poco y entraremos a un estado de santidad mayor. Sin la Palabra de Dios en nuestra vida el espíritu se debilita y en medio de la prueba cederemos, habrá tristeza y aflicción y no encontraremos paz. Que la Palabra de Dios sea una constante en nuestro diario vivir. Que así sea.