En esta vida podemos ser felices cuando vivimos fortalecidos en Dios

La fuerza viene de Dios cuando la buscamos tomando en cuenta sus promesas, siguiendo el modo por el que nos atiende, siendo este único a través de Cristo, y de esto depende todo lo demás. El que busca la fortaleza en Dios estará firme, será perseverante y puede considerarse feliz, ya que siempre estará experimentando la victoria en Cristo, pues con él somos más que vencedores.
“La fuerza de Dios es aprueba del pecado, de satanás y de las tribulaciones, así podemos superar nuestras propias debilidades de la carne, ante el mundo y en lugar de desvanecernos por las adversidades, creceremos y maduraremos cristianamente en Cristo.”
La felicidad de los que confían de Dios emana del gozo que produce la salvación de Dios, de la permanente obra divina en protección y provisión y, además, porque sólo dependiendo de Dios podemos tener certidumbre de nuestro futuro. Por esto es por lo que, debemos considerarnos peregrinos aquí, teniendo como ciudadanía el cielo en donde también están nuestros mejores tesoros. Por lo tanto, nuestra fuerza y bienestar no depende del mundo ni de ninguna cosa material.
No reusemos caminar en los caminos de Dios, porque una vida reverente ante Dios, sumisa a su voluntad y propósito siempre estará bien aun cuando pasemos por valles de sombra y de muerte. Cada circunstancia difícil de enfrentar nos servirá para conocer más el amor de Dios, porque él no deja desamparado a sus hijos, sino que nos atiende con su gracia vendida, infundiendo fuerzas y dándoles un lugar en su regazo para reposar.
Caminar con Dios es el resultado de aceptar su camino, el cual es derecho y conduce a la vida eterna. Así que, en ningún otro camino debemos andar, porque será contario a Dios, y en lugar de encontrarnos con la dicha, la condición de vida será desdichada y miserable.
Anhelemos la palabra de Dios para que sea nuestra guía, la regla en la vida y el contenido de las promesas de Dios, y pongamos todo nuestro ser interno, intensiones, deseos, pensamientos y propósitos en honrar a Dios en cada paso que debemos en esta vida, porque así seguramente nuestra felicidad será interminable.