El anhelo más grande de nuestro corazón debe ser lograr las virtudes de la fe, esperanza y el amor, porque, aunque existen muchas virtudes y dones, si no tenemos fe no podemos ser salvos en Cristo y si no vivimos esperando siempre en Cristo sirviéndole con amor al igual que al prójimo, entonces la convicción con Cristo no sería genuina. Por esto podemos decir, que el amor es el gran testimonio de la fe, la esperanza, y las demás virtudes y dones espirituales.
“La fe nos aferra a Cristo para salvación y perseverancia, por la fe hay victoria en el mundo, agradamos a Dios y esperamos sus galardones futuros. Sin la fe no podemos esperar seguros la manifestación gloriosa de Cristo, ni la consumación de nuestro eterno gozo en gloria, pero a la vez, al tener presentes estas bendiciones, podemos sentir el amor de Dios, con el cual debemos responderle en amor y reflejar este mismo amor en nuestras relaciones humanas con el prójimo.”
Nuestra vida debe estar vestida con estas virtudes, porque así también podemos repeler los ataques del diablo que busca alejarnos de Dios para que vivamos un presente desdichado, y aborreciendo a Dios mientras servimos al mundo, viviendo para nuestros propios placeres honrando a satanás.
Cuando en realidad creemos por la fe nuestra mayor alegría y morada final está con Cristo y por eso podemos amarlo sin haberlo visto. La esperanza indestructible e inmerecida nos deben motivar para vivir haciendo el bien en este mundo, porque, así como Dios ha sido bueno con nosotros, también debemos serlo con los demás.
El amor es lo más grande, porque por el amor de Dios podemos tener la fe y la esperanza, es decir, sin la manifestación del amor de Dios en Cristo para salvarnos, nada podríamos hacer, o todo lo que lograríamos realizar sería inútil para asegurar bendiciones cotidianas y eternas.
Por esto es por lo que, en nuestra vida cristiana debe ser evidente nuestro amor a Dios a través del amor al prójimo, porque el que dice que ama a Dios, pero aborrece a su prójimo, o no procura hacerle lo bueno, entonces no tiene fe, ni esperanza, ya que el amor es evidencia de nuestra verdadera comunión con Dios a través de Cristo.