Cuando nos consideramos dignos de todas las bendiciones de Dios por nuestro buen comportamiento, también tenderemos a señalar a los que conforme a nuestro parecer viven indignos de Dios, sin embargo, todo lo bueno que podamos hacer siempre debe ser atribuido a la gracia divina, por eso es por lo que, en lugar de señalar la vida de otros, como mayores en la gracia y maduros en la fe debemos ayudarlos a desarrollarse cristianamente. Es así como los que juzgan a otros en realidad muestran desconocimiento de la gracia, y su actitud es proyección de la vida que llevan en lo interno, que Dios conoce bien y desprecia.
«Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.» Romanos 2:1
No podemos juzgar a las personas, más bien debemos ayudarlas, lo cual no significa que no consideremos el pecado, el asunto es cuando las personas son despreciadas por su comportamiento y los juicios que se emiten no es para edificación o restauración, más bien es una reacción como resultado de nuestra misma condición, porque muchas veces lo que no podemos corregir en nuestra propia vida lo atacamos en la vida de otros como muestra de impotencia y desconocimiento de lo que significa la gracia en Cristo, y que por lo mismo, no hemos podido con nuestras propias actitudes que deshonran a Dios.El que juzga conoce supuestamente la justicia de Dios, pero al actuar de ese modo manifiesta que en realidad no la conoce, por tal razón no escapará del juicio divino. Si sabemos que somo salvos no por nuestras buenas obras, sino por la justicia de Cristo, así debe ser nuestra actitud ante la debilidad de nuestros hermanos; Debemos tratar a todos de la misma manera que Dios nos trata en Cristo ante nuestros pecados, Dios nos perdona, nos salva y nos restaura.