
Sin la obra de Dios y sin sus bendiciones nuestro trabajo no es provechoso, porque no pasa de ser algo material que sustenta el cuerpo, pero no el alma. Pero, así como en el trabajo, en toda la vida y acciones humanas debemos contar con el respaldo y la aprobación de Dios, es sumamente importante encomendarnos a Dios, y procurar que todo lo que hagamos lo glorifique, seguros de que lo más importante y que nos hace bien, es la comunión con él a través de Cristo.
«No dejemos a Dios fuera de nuestros planes, los planes exitosos son aquellos que resultan de la búsqueda de la presencia de Dios, con el anhelo de hacer su voluntad, seguros de que nuestro propósito de vida está en el que nos creó, por lo que también, debemos considerar que la verdadera dicha y deleite para la vida en todo momento también está en Dios.»
En vano es tanto esfuerzo, porque sin la fortaleza de Dios y sin sus demás bendiciones siempre estaremos en fatiga, sin paz y sin esperanza aun viviendo en la opulencia o en la abundancia de posesiones materiales. Aquí la vida pronto pasa, y si ni siquiera la disfrutamos por estar afanados dependiendo de nuestros logros indiferentes a Dios, en vano abría sido todo, porque por lo mismo, con este tipo de vida ninguna promesa o bendiciones eternas son aseguradas.
No pongamos nuestra confianza en el trabajo duro, no creamos que todo es proporcional al esfuerzo humano, en realidad lo disfrutable y que trasciende a la eternidad y lo que aquí nos da seguridad depende de Dios, por eso es por lo que como seres humanos debemos aprender a confiar en Dios, porque Dios es el que da fuerzas al que no tiene, por Cristo vencemos a satanás el destructor.
Satanás siempre busca que estemos lejos de Dios, porque sabe que la desdicha más grande en la vida es vivir en contra de Dios y de sus buenos planes. Pongamos en las manos de Dios todos los talentos y esfuerzos, así nos hará prosperar, disfrutamos aquí la vida y toda la labor, pero además tendremos la esperanza de su gloria futura.