Los padres cómodamente sentados en cierta playa observaban a su hijo ir y venir, trayendo un pequeño cubo de agua y depositándolo en un hueco que había hecho en la arena. Pasando un rato la madre dijo al niño: “descansa ya, Carlitos y dime ¿Qué es lo que has estado haciendo durante tanto tiempo? El niño, muy serio, respondió: “estoy vaciando el mar”.
Un afligido esposo decía con desesperación: “Dios es un ser injusto; de otra manera no puedo entender por qué se llevó a mi esposa, dejándonos solos a mis dos hijos y a mí”.
Es posible que usted se haya encontrado, o se encuentre en situación parecida y tenga la tentación de culpar a Dios de su dolor y de su angustia. Quizás hasta haya llegado, como ese desolado esposo, a considerar injusto al ser supremo. ¡Deténgase! ¡Reflexione! ¿Quién es usted? ¿Por qué o de donde sacamos la idea de que la criatura puede tratar siquiera de discutir con su Creador?
Considere hermano y amigo, que, así como era imposible para el niño vaciar el mar, para nosotros es imposible contener y entender la sabiduría del gran Dios, además, nuestra incapacidad espiritual ni siquiera nos permite entender lo que debiéramos entender y que es la voluntad de Dios que aceptemos. También hay que reconocer que el mal de la es por la irresponsabilidad humana y no de Dios, fue el ser humano el que pecó, no Dios, y como consecuencia de esto entro el dolor y la muerte. ¿Es, pues, junto o benéfico que tratemos de contender con el omnipotente?
Tener la sabiduría de Dios no nos lleva a pelear con él, ni a murmurar o enojarnos por sus designios, más bien, con temor reverente nos hace someternos a él y a sus decretos, confiando que todo lo que hace lo lleva acabo con sabiduría y aunque no alcancemos a comprender lo que está haciendo, eso es lo mejor y nos traerá bendiciones espirituales, primeramente. Dios es tan bueno, que pudiendo destruirnos a todos por nuestros pecados, primero porque él puede y segundo porque nosotros lo merecíamos por pecar contra él, sin embargo, no lo hace, sino que nos manifiesta su misericordia. Dios nos muestra su amor, ya que nos ha dado al salvador y porque como soberano preside todas las cosas para nuestra salvación.
ORACIÓN: Nuestro buen y soberano Dios, ilumínanos con tu Espíritu Santo para que podamos aceptar cualquier circunstancia que se nos presente en la vida, y para que podamos confiar que tú estás en control de todas las cosas y que canalizará todo para nuestro bien. Convéncenos siempre a través de tu palabra que Cristo es nuestro salvador y ayúdanos para creer siempre, que podamos depender y obedecer, que te glorifiquemos en todo, porque sólo tú eres digno de toda gloria. Oramos en el nombre de Jesús nuestro salvador. Amén.