Si la vida vieja se manifiesta con las malas obras, entonces la nueva vida en Cristo es visible con obras que glorifican a Dios y son de bendición para el prójimo en todos los ámbitos. También nuestro crecimiento en la fe, la santificación, la regeneración y la transformación pueden ser hasta medibles por la vida dedicada en el reino de Dios. Nuestras buenas obras no son para alcanzar la salvación, tampoco como un pago por la salvación adquirida por la gracia, pero si demuestran una vida de agradecimiento y de testimonio de quienes ya somos salvos.
Cristo es el origen de nuestra nueva vida, es el principio de nuestra santificación y el fundamento para nuestro crecimiento hasta que lleguemos a la plena perfección de la vida. Cristo también es nuestra meta porque tenemos como esperanza una vida glorificada. Hoy debemos seguir nuestro proceso de santificación conforme a la palabra; la revelación de Dios nos da dirección sobre ello y por ella misma con el poder del Espíritu Santo nos transforma desde lo más profundo de nuestro ser. Vivamos la verdad, crezcamos con la verdad y que esto sea reflejado en nuestra comunión con Dios en la vida diaria porque Cristo es la palabra y la verdad.