Dios nos perfecciona

Hoy podemos ver que le falta muchas cosas a nuestra vida, o en realidad, debemos ser más conscientes de todas las cosas que debemos mejorar para la gloria de Dios y por lo mismo debemos procurar a través de su gracia. Con Cristo somos nuevas criaturas y él mismo es el modelo de cristiano que debemos ser, y mediante el Espíritu Santo se da esa transformación. La obra de Dios en nuestras vidas es la perfección, y todos los medios de crecimiento él los ha provisto, debemos usarlos más con la confianza de que él los hará eficaz para su gloria y para nuestra bendición espiritual.

“Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;” Filipenses 1:3-6 RVR1960

Si dependiera totalmente de nosotros la perseverancia y la perfección sería imposible lograrlo, pero es Dios el que nos ha dado lo mejor para que cada una de nuestras acciones diligentes y responsables en la vida cristiana sean de gran ayuda en el desarrollo de la vida cristiana y como tal en la perfección de nuestro ser y hacer. La obra en nosotros comienza con la aceptación del evangelio, cuando reconocemos por la fe que Cristo es nuestro salvador. De esta manera recibimos la salvación, la vida eterna y una naturaleza nueva según Cristo. Así que lo que haremos y Dios hará por nosotros después de esto no es para que seamos salvos, sino porque ya lo somos.

El evangelio es la iniciación de una nueva vida, también por el evangelio continuará nuestro crecimiento y madurez y por el poder de evangelio perseveraremos hasta el día de Cristo. Dios ya comenzó la obra en nosotros porque le pertenecemos en Cristo y él hará que seamos dignos del llamado que nos ha hecho.  Confiemos que, aunque dure toda la vida nuestra perfección se logrará cuando Cristo venga, puesto que seremos glorificados en la resurrección o en la transformación gloriosa. Por lo tanto, empeñemos toda nuestra vida para que en cada instante honremos más a Dios y así veremos un cambio verdadero en lo que somos y hacemos.

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