La obra de Dios es necesaria porque el pecado original está enraizado en el corazón, por eso es por lo que el ser humano peca; pecamos porque somos pecadores des de nuestra existencia, y somos pecadores porque pecamos. Sólo la sangre de Cristo nos lava de nuestras maldades, por él recibimos un corazón nuevo y una nueva manera de vivir conforme al agrado de Dios. Cristo vino al mundo para morir por nuestros pecados, así nos cambia la vida, cambia nuestra condición de vida y el rumbo de nuestra existencia, esto cuando creemos en él y aceptamos por la fe su obra en la cruz.
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.” Ezequiel 36:26-28
El pecado original que recibimos como herencia nos hace pecar, pero también somos pecadores porque voluntariamente decidimos pecar impulsados por el poder destructor de satanás. Sin la ayuda de Dios es imposible librarnos de este mal, por eso Dios nos ofrece un nuevo corazón en Cristo y un espíritu que sea moldeable a Su Palabra para vivir conforme al evangelio. Esta es la vida que hoy necesitamos para disfrutar todas las bendiciones de Dios.Un corazón insensible ante el evangelio y un espíritu rebelde a Dios nos hace caminar bajo maldición, perdidos y rumbo a la condenación eterna. La gracia de Dios es tal que, sin que lo merezcamos Dios entregó a su hijo para sufrir nuestros pecados y maldición, y por eso hoy podemos ser libres de la vil condición espiritual, y después de estar lejos de Dios y ser indiferentes a él, podemos tener un corazón conforme al suyo y un espíritu dócil a su voz. De esta manera tenemos el gozo de la vida presente y venidera. Aceptemos el maravilloso regalo de Dios en Cristo.