Cristo nos da la victoria sobre el mal y nos abre el camino hacia Dios

Toda la gloria por nuestra salvación es para Cristo, porque sólo él pudo hacer posible que fuéramos lavados de nuestros pecados y aceptados por Dios. Cristo murió para darnos vida, con su muerte pagó el castigo por nuestros pecados y en su completa obediencia a Dios nos concede sus méritos para agradarle. No merecíamos ningún acto de bondad por parte de Dios, sin embargo, él decidió amarnos, porque precisamente su amor es más grade que nuestras maldades.

“y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” Apocalipsis 1:5-6 RVR1960

Cristo cumplió con la voluntad de Dios, en nada falló a los mandamientos de Dios, pero, además, voluntariamente se entregó a la cruz, pues la voluntad del Padre era que nos salvara siendo nuestro sustituto en la cruz, es decir, él tomó nuestro lugar porque así estaba establecido por Dios y Cristo con total obediencia llevó a cabo el deseo de Dios. Por esto, hay que depender totalmente de Cristo, porque sin él es imposible deshacernos del pecado.Debemos poner toda nuestra confianza y esperanza en Cristo, ya que es Señor de todo, los poderes están bajo su soberano poder, por eso el mal no puede destruirnos cuando centramos nuestra fe en Cristo. Aunque en esta vida tengamos que morir Cristo es la esperanza de que volveremos a vivir. Cristo con su muerte en la cruz venció a satanás y con su resurrección derrotó a la muerte, esto quiere decir, que las cadenas que nos ataban a satanás fueron rotas, ya no estamos más como siervos del pecado, ni bajo la medición del pecado. Así es como hemos recibido poder para vencer al maligno y directamente podemos llegar ante el trono de Dios y encontraremos oportuno socorro.

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