
Dios tiene abrigo para sus hijos, el mismo es el abrigo, pues con su presencia nos envuelve, así nos brinda el calor que necesitamos y el consuelo que es necesario ante la angustia en este mundo. Sin las atenciones de Dios y sin su protección no podríamos vivir, ya que es real la presencia del enemigo de Dios quien es destructor. Cuando fuimos creados por Dios nos puso a morar con él, pero en el propósito de satanás para acabar con nuestras vidas, provocó la caída del ser humano y así quedamos separados de Dios. Sin embargo, Dios ha hecho todo para que hoy podamos habitar con él.
«Dios tiene un lugar para cada uno de nosotros, sólo debemos creer en Cristo, quien es el camino que nos lleva a Dios, por él somos aceptados, pues consumó nuestra salvación en la cruz, así Dios nos brinda el perdón y nos guarda del mal siempre. Aunque hoy tengamos luchas, caídas y tribulaciones, con Dios siempre estaremos seguros, porque es la morada inalcanzable por el mal y en donde podemos recibir todo lo necesario hasta el día de nuestra muerte o de la gloria eterna cuando Cristo venga.»
La sombra de Dios cae sobre nosotros cuando caminamos con él, de acuerdo con su corazón, guiados por Su Palabra. Aunque el mundo nos ofrezca seguridad a partir de vivir bajo su sistema, llevados por su corriente, nunca hay que despreciar la voluntad de Dios, porque sólo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre, y el mundo pasa pronto, nada es eterno ni cobijador para estar bien. La forma de vivir mundana mantiene a las personas lejos de Dios, opuestos a los propósitos de Dios y procurando detener la buena obra de Dios en el mundo, porque detrás de esta corriente de vida está satanás.
Dios está por encima de todo, supera los males del mundo, pero a la vez que es inalcanzable ante el mal, se manifiesta en la vida de su pueblo, se hace presente para ser habitación en la tierra, y aún más allá de nuestra muerte, porque justo en el día de nuestra muerte perfecciona nuestra alma para que entre a la eterna morada, mientras llega el tiempo de la resurrección y de la glorificación. Satanás, el pecado y la muerte, aunque juntan sus poderes no pueden contra Dios porque él es omnipotente, es decir, todo lo puede; hace lo que quiere, nadie puede detener el bien que ha decretado para su pueblo, ni nadie puede dañar a sus hijos, quienes habitamos su abrigo y permanecemos bajo su morada.