Dios nos llama a prestarle atención a la unidad entre su pueblo, porque la unidad siempre traerá bendición, ya que cuando estamos juntos Dios es glorificado y todos nosotros somos edificados. La unidad en el pueblo de Dios es esencial para la santidad de la iglesia y para su misión en el mundo, por esto es por lo que, no podemos crecer cristianamente sí no hasta que aprendemos a depender los unos de los otros y nos ponemos de acuerdo para llevar a cabo nuestro fiel servicio como pueblo de Dios.
«Cuando somos indiferentes al llamado que Dios nos hace a la unidad terminamos siendo despreciables por Dios, nuestra actitud es rechazada y por lo mismo no somos bendecidos. El que afecta la unidad del pueblo de Dios o el que no la procura, en realidad está atentando contra Dios y sus propósitos, porque es malo no estar juntos y en armonía. Ser atentos a este llamado de Dios, implica humildad y obediencia, y esta es la ruta que nos lleva para corresponderle a Dios, en eso que es su deseo; que su pueblo haga bueno y sea grato ante él.»
Los conflictos y los pleitos siempre provocarán desunión y nos alejan de las bendiciones. Por esto urge que cultivemos la comunión, y para ello se requiere el amor de Dios, la humildad y la buena voluntad. No podemos tener amor ni ser humildes, sino hasta que aceptamos el ofrecimiento que Dios nos hace de su amor en Cristo y cuando reconocemos nuestra insuficiencia. Para que nos vaya bien en esta vida y, sobre todo, para que nuestros problemas espirituales sean resueltos, necesitamos a Dios, y es así como también reconocemos que necesitamos los unos de los otros, porque muchas cosas Dios nos provee para nuestro bien a través de nuestros hermanos.
La unidad no se trata de estar juntos, sino de que en realidad hagamos armonía, lo cual se refleja ante Dios en oraciones, adoraciones y servicio. Así que, quien quiera ser recibido por Dios deberá aprender a recibir a los demás, y quien quiera disfrutar de Dios deberá crear un ambiente de delicia entre sus hermanos.
Hagamos entonces entre todos la ocasión para crear un ambiente de paz y de concordia, entretejiéndonos siempre con los lazos de la comunión con Dios. Que Dios sea el centro de nuestra unidad para que cada día sea más sólida y para que seamos bendecido. Por lo tanto, es bueno estar en armonía para que Dios se glorifique y nos bendiga grandemente.