Leí esta reflexión que escribió una hermana adulta mayor en donde destaca lo siguiente: Escuché una predicación cuyo mensaje me ha sido de mucho apoyo, en diversas ocasiones, así que quiero compartirlo con ustedes. Se trata del milagro de la resurrección de Lázaro, en donde sus hermanas también recibieron una gran lección sobre la fe. Lea Juan 11:39-44
En el versículo 39 de San Juan 11, “Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.” notamos que hay algo que tenemos que hacer inmediatamente cuando hay problemas o dudas. Consiste en deshacernos de la enorme piedra de la desconfianza. Recordemos después las promesas que nos ha hecho el Señor, creamos firmemente en él cumplimiento de tales promesas, y apropiémonos de ellas.
Dediquemos después un periodo de intimidad con Él hablándole de nuestros problemas sin ocultarle nada y oremos con la certeza absoluta de que nos escucha. En esa conversación solicitemos específicamente aquello que anhelamos. Notemos en el versículo 43 que Jesús ordena claramente: ¡Lázaro, ven fuera! Liberémonos de la angustia y recibamos la libertad, para darnos cuenta, de que ya el asunto ha pasado, de nuestras débiles manos, a las de Aquél que todo lo puede (Vrs.44), sin dudar ni por un instante de que sí sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. (1Juan 5:15)
Por supuesto, habrá ocasiones, en las cuales no obtendremos exactamente lo que solicitábamos; pero siempre obtendremos lo mejor. Debemos aprender anhelando la voluntad de Dios en nuestras vidas, con la plena seguridad de que por medio de Cristo nos dará todo lo que necesitamos, y porque ya nos ha dado lo mejor, pues nada se compara con Cristo y con la salvación, lo cual es parte de nuestra vida. Y es que, si no hemos creído en Cristo ninguna oración tiene sentido, porque incluso, debemos orara en el nombre de Cristo.
Disfrutemos de Cristo y de la salvación, entre tanto, toma lugar en nuestras vidas la manifestación de la voluntad de Dios. Oremos siempre conforme a la Palabra del evangelio para que conozcamos más las promesas de Dios y sus propósitos, así tendremos la palabra para la oración y nos centraremos más en el medio de la oración, el cual como ya hemos dichos, es Cristo.