La voluntad humana no produce la salvación, ni el esfuerzo humano hace posible que se reciba la vida eterna y la gloria celestial. La voluntad humana quedó corrompida por el pecado, el deseo humano quedó afectado por el pecado y satanás se vale de eso para tener a las personas viviendo solo para el mal. Esto muestra que toda la humanidad quedó muerta espiritualmente y que por lo mismo no puede lograr la vida en esa condición. Por lo tanto, la vida eterna no es producida por el mismo hombre, sino que es el resultado de la obra de Cristo en la cruz.
“Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” Romanos 9:15-16 RVR1960
Dios por medio de Jesucristo logró la salvación y no porque la mereciéramos, sino porque Dios tuvo misericordia de nosotros al vernos imposibilitados para salir de esa condición espiritual. Dios libremente por su soberana voluntad decidió darnos la bendición de unirnos a él por medio de Cristo, por eso es por lo que, solamente pueden acudir a él, aquellos que son convencidos divinamente, los que mediante el evangelio despiertan en el querer para estar en comunión con Dios.
Dios creó al hombre y a la mujer en la mejor condición de vida, eso era también para nosotros sin que hiciéramos algo para merecérselo. Sin embargo, nuestros primeros padres no guardaron la palabra del pacto para disfrutar de Dios y de sus bendiciones para siempre, no creyeron la advertencia de la muerte como castigo por la desobediencia, y así fue como todos quedamos bajo maldición y apartados de Dios.
Solo salimos de la condición de maldición los que recibimos la misericordia y la compasión de Dios, sólo por la libre decisión de Dios, porque Dios no elige en base a merecimientos, ni por algo especial que exista en las personas. En esto no hay injusticia, porque la justicia de Dios demanda muerte para el transgresor, y los que están bajo condenación son transgresores.
En cuanto a los que se salvan, Cristo ya pagó el precio de su castigo en la cruz y obedeció delante de Dios lo que no pueden obedecer. Por esto es por lo que, solamente los que creen en Cristo están libres de condenación. Y todos los que creen y se acercan a Dios es porque divinamente son movidos a la confianza y al querer. Por todo esto podemos decir, que la salvación depende de Dios y que por su infinita misericordia y compasión nos la concede, porque ni la merecemos y ni podemos lograrla.