Dios echó de su presencia al ser humano cuando pecó, lo cortó de su gloria y así la humanidad quedó a merced del poder espiritual de satanás, sin embargo, Dios prometió a Cristo para restablecer esa comunión que se rompió por el pecado. Es de esta manera como hoy podemos disfrutar a Dios en lugar de sufrir su abandono.
«A pesar de la respuesta de Dios para solucionar el problema de separación, la persona que no está en Cristo vive separada de Dios, y aun los creyentes que no se aferran para confiar siempre en la palabra del evangelio dejan de recibir bendiciones en la vida cotidiana. En esta situación de descuido espiritual Dios está ausente, pero no porque él cambia en sus planes y propósitos, sino porque nosotros los humanos somos inmutables e inestables.»
Dios en su infinita misericordia nos busca cuando nos descarriamos, nos cura espiritualmente y así restaura nuestra comunión con él y nos ayuda a superar el pecado y a vencer al enemigo que se empeña por apartarnos de la comunión espiritual con Dios. No para siempre quedamos solos, pues Dios por su misericordia nos atrae a él. Dios nos ama para siempre, no se olvidará de nosotros ni nos abandonará en nuestras caídas, él nos cuidará y nos guiará hasta el fin, hasta ese momento glorioso con nuestro Salvador Jesucristo.
Dios desde la eternidad decretó que somos de él porque planeó redimirnos por medio de Cristo y eso así será para siempre. Dios nos amó en Cristo con el amor que no se agota, con el amor que es más grande que nuestras maldades y que estará sobre nosotros por todos los siglos. Esto no significa que entonces tenemos libertad para pecar, más bien, debe ocurrir todo lo contrario, porque cuando verdaderamente conocemos y experimentamos la gracia de Dios anhelamos consagración y vivir para su gloria. Estemos contentos porque Dios quiere estar con nosotros.