
Creamos que ahora mismo estamos frente a Dios y podemos arrodillarnos ante él para entregarle todas nuestras cargas de pecados y todos los pesares por los sufrimientos de esta vida. Ya no sigamos cargando con todo eso que Cristo cargó, con todo eso que llevó a la cruz en donde murió por nosotros. Todo eso que nos afecta y que es imposible resolver con nuestra fuerza debe ser puesto ante Dios para que él obre en nuestras vidas, pero para esto necesitamos confianza y humillarnos con sinceridad de corazón.
«Hay muchas personas que sufren con todo eso malo que hay en sus vidas, pero por falta de fe no lo sueltan y no tienen fe porque no conocen a Dios, no saben de lo que él es capaz de hacer con su amor y poder, porque, aunque digan con su boca que Dios es poderoso, no lo creen con el corazón. Toma en este momento la palabra de Dios y ve ahí como él te está llamando y te está dando la oportunidad para que seas libre en Cristo, ve en la palabra de Dios todo lo que él ha hecho por ti en la cruz y lo que hará en este momento en tu vida si crees que él puede hacerte descansar de todos tus males.»
El pecado nos hace personas espiritualmente inservibles y afecta todo nuestro ser y hacer, por eso experimentamos siempre el mal en el cuerpo como consecuencia. La vida se desgasta y se acaba por el pecado, eso no estaba así dentro del plan de Dios, aunque ciertamente lo permitió. Hoy Dios nos ha dado la solución para este mal espiritual que nos arruina totalmente, si creemos en Cristo ese peso es quitado, así disfrutamos la seguridad de ser perdonados y descansamos desde lo profundo del alma.Cuando Dios obra espiritualmente en nuestras vidas por medio de la fe en Cristo, nuestra vida deja de sentir esa aflicción espiritual, porque esa aflicción es por la presencia del pecado, por la culpa ante Dios y porque con el pecado se vive bajo condenación esperando la sentencia eterna para sufrir en el infierno. Todo esto lo resiente la vida humana por eso hay tanto sufrimiento espiritual, pero también el cuerpo resiente las consecuencias de la presencia del pecado como una carga que atormenta y nos mantiene en el polvo. Dobleguemos nuestra vida ante Dios y pidamos que nos libere del pecado y nos ayude con todos los pesares cotidianos del cuerpo.