Nuestra vida pecaminosa no debe ser la razón para que le digamos a Dios no, más bien, la gracia de Dios al llamarnos en Cristo para ser salvos y recibir sus bendiciones, es porque somos pecadores y necesitamos los favores de Dios. El amor de Dios en Cristo es perdonador y restaurador. La gracia de Dios es suficiente para resolver nuestro problema espiritual y para perseverarnos salvos hasta el día de nuestra plena santificación. Así que podemos decir, que por Cristo pasamos de muerte a vida.
«El milagro de la gracia es tal, que Dios recibe a los pecadores y los cambia para que seamos la luz del evangelio en este mundo, es decir, Dios a través de los creyentes hace visible a Cristo. Por esto es por lo que todos debemos depender del evangelio para que recibamos la salvación y seamos verdaderamente transformados. No es posible que recibamos el don de la salvación por mero esfuerzo personal, ni tampoco podemos salir de la maldición del pecado con el intento de portarnos bien.»
El amor de Dios por nosotros no es un acto de Dios pagándonos algún merecimiento, más bien es la manifestación de su compasión por nosotros, ya que ciertamente no merecíamos su amor, pero si lo necesitábamos. No había nada bueno en nosotros para que por ese motivo Dios nos amara, más bien por el mal de nuestro pecado necesitábamos la ayuda divina, porque era imposible que saliéramos de la maldición y de la condenación eterna.Cristo es la promesa que Dios nos dio a los seres humanos, para que nuestros pecados sean cubiertos con su sangre, para que volvamos a la comunión con él y para que el diablo fuera derrotado. Por Cristo el poder de satanás no nos puede mantener espiritualmente bajo su señorío y planes, y hoy que somos libres en Cristo podemos resistir al diablo, pelear contra él y de esa manera huirá de nosotros. Creamos en Cristo y confiemos en el sacrificio de su muerte, porque es el único medio para que realmente seamos salvos.