El plan de Dios es nuestra salvación mediante el sacrificio voluntario de Cristo.

El sufrimiento de Cristo fue incomparable, porque fue el resultado de cargar con todos nuestros pecados y recibir la ira de Dios como castigo en nuestro lugar. Siendo Cristo divino sabía todo lo que implicaba la muerte de cruz, sin embargo, él estuvo dispuesto para entregarse a este martirio, lo hizo de manera voluntaria y como el acto más grande de amor para salvarnos. Nadie obligó a Cristo ni lo sujetó a la cruz como si no pudiera evitarla, todo estuvo siempre dentro de su control y voluntad para salvarnos.

“Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,” Gálatas 1:3-4 RVR1960

La muerte de Cristo fue el plan de Dios para que pudiéramos ser reconciliados con él, ya que la justicia demandaba muerte eterna como castigo por nuestros pecados. Cristo obedeció la voluntad del padre, lo hizo por su obediencia perfecta, pero también por su perfecto amor por nosotros, ya que Cristo no cometiendo ninguna falta como humano, no merecía el sufrimiento ni la muerte

Cristo nos enseña el significado del amor, el cual es entrega total, sin que la persona amada merezca algún buen acto en su beneficio. Esto es también la gracia que salva, porque mereciendo nosotros solamente el castigo y la condenación divina, por el sacrificio de Cristo podemos acercarnos a Dios, ser recibidos y favorecidos en todo lo que nos hace bien.

Con la obra de Cristo en la cruz nos reconcilia con Dios, así somos liberados del poder de satanás, del pecado y de la muerte. La muerte de Cristo fue necesaria para cumplir con la justicia de Dios, porque sin Cristo, Dios no tendría otra alternativa, más que castigarnos. Ahora que Cristo ha pagado el precio por nuestra salvación, pongamos nuestra fe en él y disfrutemos de la eterna salvación, porque esta es la voluntad de Dios.

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