
En la carrera de la vida cristiana debemos prepararnos cada día para correr correctamente, con esmero, con el ánimo y con el gozo que resulta al obtener la victoria, pues la fe nos da la certeza de lo que se espera, y la convicción de lo que no se ve.
«Los que creemos en Cristo como nuestros Salvador, ya estamos viviendo la vida eterna, pero esperamos la consumación gloriosa de esta vida cuando él venga por segunda vez a la tierra. Así que, corremos con total dedicación porque nos mueve el Espíritu victorioso de Cristo con el que podemos vencer todos los obstáculos.»
Los cristianos no corremos la carrera de la fe pensando que con nuestro esfuerzo lograremos el éxito, o que la salvación es un premio que se nos entregará como resultado de nuestras propias acciones. Nuestra salvación y todo galardón celestial es obra de la bondad de Dios, pues sin merecer nada más que la muerte eterna por castigo de nuestros pecados, gratuitamente nos dio la vida eterna en Cristo.Somos convencidos por la fe que nos es dada del cielo para creer en Cristo, perseveramos a través de su poder y por él obtenemos la victoria. Si nos hemos de esforzar será en la gracia que salva, con una actitud de victoria y agradecimiento en la certeza que todo está logrado ya en Cristo Jesús.