Todo lo que Dios hace por nosotros nos debe mover a la gratitud, esta forma de corresponderle a Dios nos hace buenos administradores de su gracia, lo cual hará que seamos más bendecidos, porque el que es fiel en lo poco en lo mucho será puesto. El que sabe agradecer las bendiciones de Dios será aún más bendecido.
“Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.” Salmos 30:11-12 RVR1960
Porque Dios es bueno y misericordioso no podemos callar la alabanza a su nombre. En todo momento debemos adorar al Señor, pero esta adoración que fluye del corazón cristiano tiene sus propias oposiciones, porque satanás busca lograr que seamos ingratos, ya que en la ingratitud está la miseria.
Esto se debe a que, los que no son agradecidos se alejan de Dios, y por lo mismo desprecian su misericordia y su amor, y esto es así por la soberbia que hay en el corazón de quienes se rebelan contra Dios sintiéndose “autosuficientes en ello mismos”. La soberbia de satanás está en los corazones de los que no son agradecidos, porque a tribuyen todo lo que tienen a sus propios logros y siempre quieren vivir bajo su propio criterio, sin sujetarse a la voluntad de nadie.
También hay momentos difíciles en los que en lugar de acercarnos a Dios, somos tentados a alejarnos enojados o murmurando por lo malo que nos sucede, cuando en realidad, lo que Dios busca al permitir estas circunstancias adversas, es que movidos por nuestra debilidad le busquemos para ser fortalecidos.
El propósito de Dios es cambiar nuestros lamentos en alegría, nuestros clamores de dolores en gozo. No debemos dudar que cada obstáculo en la vida es una oportunidad para recibir la asistencia de Dios, lo cual traerá la alegría que nuestra vida necesita, y en esa maravilla divina, vamos a desear siempre adorar a nuestro Dios, tal cosa Él busca, porque eso nos hace bien.