
Por más que satanás quiera usar alguna dificultad para separarnos del amor de Dios no podrá, porque el amor de Dios por nosotros es eterno y no puede ser disminuido por el mal. Con este amor somos fortalecidos y por este amor también somos perseverados hasta el final. El amor con el que Dios nos amó se manifestó por medio de Jesucristo en la cruz, allí mismo donde el venció el poder del mal y cargó con nuestros pecados y dolores.
«Nada ni nadie nos pueden separar el amor de Cristo, siempre tendremos su amor, el cual no puede ser impedido por ninguna adversidad; nada puede hacer que Dios nos deje de amar, porque Cristo ya pagó por nuestros pecados como muestra del amor de Dios. Por más atribulados que estemos, lejos que se disipe el amor de Dios, es con ese amor con el que venceremos toda dificultad.»
El amor de Dios nos basta cuando perdemos todo y en nuestras debilidades podemos ser asistido por este amor. Dios con su amor cobija a su pueblo, para que sienta total seguridad y a pesar de los tiempos difíciles la vida no deje de ser disfrutable, porque no hay nada más deleitoso que el amor de Dios. Cada tribulación es la ocasión para que nos sintamos amados por Dios, ya que en esa condición de vida no nos deja solos, sino que nos ayuda consolándonos y acompañándonos hasta para resistir en victoria y en riquesas espirituales.
Aun cuando seamos sorprendidos por el pecado encontraremos el perdón en Dios por medio de Cristo. Por esto es por lo que, satanás ya no nos podrá acusar, porque si Dios nos ha dado el perdón eterno y por amor nos perdona siempre, jamás satanás tendrá autoridad como para arrastrarnos a sus planes de destrucción y muerte. Por el amor de Dios no estamos más bajo condenación, sino que podemos disfrutar de todas sus bendiciones. No dejamos que el pecado, satanás y las tribulaciones nos hagan sentir mal, porque no importa todo lo que enfrentemos, Dios nunca nos dejará de amar.