
En la comunión con Cristo está el bienestar de nuestra vida, así que no son la cantidad de adversidad y lo complejas que están sean lo que nos quita la estabilidad de la vida, sino la ausencia de Cristo. Tampoco son los buenos momentos los que nos dan verdadera alegría y tranquilidad, sino la vida que está llena y plena de Cristo.
«En todas las dificultades tanto particulares como generales y en todos los ámbitos de la vida nos es necesaria la fortaleza de Cristo, aunque realmente la presencia de Cristo no significa la ausencia de tribulaciones, él es la fuerza que necesitamos para resistìrlas, y para enfrentar las tentaciones de satanàs, quien busca separarnos de Dios para destruirnos.»
Por otra parte, las aflicciones propias de vivir en este cuerpo y en este mundo nos permitiràn experimentar màs el poder del evangelio que salva y libera, ya que precisamente el evangelio es el poder de Dios, y este poder es Cristo, èl ùnico capaz de ayudarnos a vencer el mal. Tengamos presente que la adversidad terminará cuando ya no estemos en este mundo caìdo, pero entre tanto esto llega, debemos poner nuestra vida al cuidado de Cristo, ya que nos hace fuertes y así las tribulaciones no podrán destruir nuestra fe.
Nuestra suficiencia está en Cristo, y cuando confiamos en él aprendemos a vivir contentos, porque nada ni nadie puede quitarnos las bendiciones espirituales que emanan del sacrificio que hizo en nuestro favor. Cuando Cristo está en nuestra vida tenemos la suficiente gracia y el suficiente poder para estar bien en cualquier tiempo, realmente hoy todo es soportable porque habita Cristo en nosotros y esperamos la plenitud de su presencia para nuestra victoria final.