Las palabras de Cristo, Cristo mismo quien también es la palabra, no solo es mandamiento, es promesa, bendición y vida, por lo que la palabra en nosotros nos da vida y bendiciones presentes y eternas. Pero creer en verdad y recibir la palabra demanda una vida conformada a Cristo y a su propósito. Se trata de una vida que agrada a Dios, pero que a la vez, nos da acceso a los favores divinos.
«El que no permanece en la palabra de Jesús, en su enseñanza, el que no persevera en Cristo, no sólo no recibirá la asistencia de Dios, sino que también es condenado y desechado. Los que hemos oído y recibido el evangelio con mansedumbre, debemos manifestar frutos digno de arrepentimiento, debemos vivir la vida nueva en Cristo, nuestro hábito de vida debe hacer visible a Cristo y su obra.»
Cuando así es nuestra vida, también se muestra la presencia del gozo, de la paz y nuestra esperanza es clara, pero no solamente se nos hacen presentes los favores futuros de Dios, si no que también gozamos de las bondades cotidianas que son necesarias para vivir aquí en este mundo difícil.
Debemos anhelar la palabra de Dios como parte fundamental para el sustento de nuestra vida, Cristo es esta palabra que nos vivifica todos los días, es por eso que no solo de pan el hombre vivirá, realmente Cristo en nosotros es la palabra de vida que no debemos desechar.
Cristo debe ser la dinámica de nuestra vida y él debe asumir el control de nuestra vida, es decir, debemos someter nuestra voluntad a la suya para vivir como hijos y ciudadanos de su reino aquí en la tierra. De esta manera, podemos experimentar un sentido de pertenencia celestial, porque pertenecemos al reino de Dios establecido en la tierra con Cristo, pero también el cielo y Cristo nos pertenecen, pues todas las riquezas del cielo y de Cristo son las bondades que disfrutamos y a las que podemos acceder. Es así como por Cristo podemos buscar los tesoros más grandes reservados para los que permanecen en la palabra.