Los vencedores en Cristo tenemos como promesa su gloria

Jesús nos da una promesa si triunfamos en la fe, lo cierto es que él mismo es quien nos hace victoriosos. En la vida cristiana no podemos perseverar separados de Cristo, incluso en la vida física tampoco podemos vivir sin la provisión de Cristo, ya que todas las cosas son por él, nada existe fuera de su voluntad.

“Así como Cristo es eterno salvador, es también eterno creador. Sin embargo, el galardón que se nos ofrece es parte de la misericordia divina, porque, aunque todo depende de Dios él honra nuestra fe y perseverancia, porque todo lo que nos da en su gracia nos lo apropia.”  

Lo que se nos promete es una vida gloriosa a lado de Cristo nuestro salvador, una vida libre de angustia, junto con el alto privilegio de disfrutar la presencia de Dios eternamente para adorarle perfectamente, ya que tanto la alabanza como nuestra vida después de la glorificación serán hechas perfectas en santidad y gloria.

Para que nosotros podamos ser glorificados tenemos que seguir el mismo camino de Jesús, quien fue obediente al grado de aceptar voluntariamente el peso y el dolor de la cruz, por lo cual fue exaltado hasta lo sumo, y está sentado a la diestra de Dios. Si nosotros queremos participar de la gloria de Cristo, debemos renunciar a las vanidades de esta vida, debemos renunciar a nosotros mismos para tomar la cruz, pues quien participe de su sufrimiento, también participará de su gloria.

Así que, debemos ser vencedores, ante el mundo, y el maligno también debe ser resistido y vencido, para esto debemos vestirnos de Cristo y guiar nuestra vida en él. Cristo es el vencedor de lo que nosotros debemos vencer, por lo tanto, la invitación de Cristo es a que él se manifieste cada día en nosotros, que todos los beneficios en la cruz por nosotros nos sean aplicados al tener una vida de fe en él. En otras palabras, Cristo nos ofrece salvación y vida eterna, lo cual es una vida de victoria aquí en la tierra y una vida gloriosa con él en la gloria de Dios.

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