Dios nos trata a todos por igual en su gracia

Dios por su misericordia nos socorre, de tal manera, que se mueve hacia nosotros únicamente por su amor para extendernos su mano de bondad, mientras nos hundíamos en el fango del pecado. Ninguna identidad o posibilidad personal o en particular movió para salvarnos. 

“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.” Hechos 10:34-36 RVR1960

Dios no toma en cuenta quiénes somos o el tipo de vida que tengamos cuando nos arrepentimos reconociendo su gracia a través de Cristo, pues en ese momento nos reconcilia consigo mismo y nos adopta como sus hijos. Para Dios todos sus hijos somos iguales y nos trata de la misma manera.Cuando sentimos el deseo de buscar a Dios y cuando sentimos tristeza o dolor por nuestros pecados y por nuestra vida bajo la maldición de mal, es Dios el que nos ministra con el evangelio y con sus Espíritu Santo para nuestra salvación. Todo impulso para buscar a Dios se debe a su gracia que nos mueve y, a su poder que nos liberta. Por eso es por lo que, nadie se merece más de lo que Dios quiera darnos, nadie puede exigir a Dios algún derecho, pues el nos da todo lo necesario para nuestra salvación a la misma medida que a los demás.Vivamos ahora bajo el temor de Dios, reverenciando su nombre, adorándolo y sirviéndole, siempre confiando en Cristo y considerando su obra como meritoria para nuestra salvación, porque sólo así nos une con él y con el Padre celestial, quien nos tratará con amor paternal, preservándonos siempre este derecho y bendición de ser sus hijos como todos sus demás hijos que son adoptados en Cristo.

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