Los golpes en las tribulaciones no son para destrucción.

Dios nos libra del orgullo, nos enseña que la salvación está en él, que sin su poder sanador, libertado y proveedor no podríamos lograr la salvación, por esto mismo, nuestra actitud hacia él no debe ser de reproches o reclamos, sino un clamor de agradecimiento, reconocimiento y con el que solicitemos su ayuda.

Todo lo que sucede en el mundo y en nuestras vidas Dios lo ha permitido, su mano poderosa ha dejado que sucedan las cosas que hemos enfrentado, y es su mano poderosa la que nos puede ayudar para salir de esas aflicciones o para soportarlas, pero también es esa mano la que nos corrige. Siendo nosotros los hijos e hijas de Dios, aunque parezcan golpes lo que recibimos de parte de él en los tiempos de tribulaciones, nada es para destrucción, al contrario, todo es para nuestra salvación y perfección.

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