La ley de Cristo se cumple cuando nos ayudamos mutuamente en nuestras debilidades, y cuando nos edificamos unos a otros a través de los dones que Cristo nos ha dado, pues esto es la expresión de nuestro amor, resultado del amor con el que Cristo nos ha amado y ha derramado en nuestros corazones.
«Al reconocer la gracia y amor con que hemos sido tratados por Dios nos capacita para tener compasión de nuestros hermanos, ya que, en realidad, si Dios ha sido bueno con nosotros a pesar de las faltas cometidas en contra suya, así mismo hay que procurar ser tolerantes en la comunidad de fe y con el prójimo. Además, hombro a hombro y en unidad debemos llevar nuestras cargas, lo cual indica que todos necesitamos de todos en las necesidades espirituales.»
Cualquiera que sea la condición de los demás, inspirados en las bondades de Cristo se necesita anhelar el bienestar, y practicar la misericordia siendo el soporte para los cansados y débiles, y medicina para los heridos por el pecado y en las tribulaciones. Compartir la fuerza y los recursos espirituales es característico de quienes han recibido en sus vidas la preciosa y gratuita gracia divina, la cual perdona y restaura.Tendámonos la mano para vencer nuestro mal espiritual, consideremos un lugar especial como refugio del hermano más pequeño y preparémonos para acompañar a los que necesitan ser orientados con la verdad y con la luz del evangelio. Tengamos plena seguridad que estos gestos de bondades nos permitirán gozar más la gracia de Cristo, disfrutar su amor y desarrollarnos en él, de tal manera que llegaremos hacer efectivos y bendecidos instrumentos de su gracia, y así cumpliremos la ley del amor.