Roca y Luz

En la antigüedad, el faro era una herramienta imprescindible, se colocaba en la última roca firme de la costa, justo antes de que la tierra se hundiera en el mar. Esto era así por dos razones básicas.

La primera era porque el faro debería estar lo suficientemente fuerte a prueba de cualquier embate de tormenta, y solo la roca firme podía asegurar que el faro permaneciera intacto. La segunda razón era que la luz que emanaba de ese faro debía avisar a los barcos que estaban muy cerca de la costa y debían frenar las naves y servían al mismo tiempo de guía para llegar a buen puerto.

Cristo es nuestra Roca y Faro. Solo Él es lo suficientemente fuerte para sostenernos de los embates de la vida y solo Él nos guía con su luz para que nuestra vida adquiera significado y propósito. Con Cristo en nosotros, podemos tener la convicción de estar siempre seguros, por muy adversa que sea la situación. Que así sea.

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