
Si reflexionamos en las bendiciones de Dios en nuestra vida, tenemos que aceptar que Dios no nos da estrictamente lo que necesitamos, Dios nos da más allá de eso, y esto no es para que derrochemos la abundancia, es para que, en un momento dado, seamos parte de la Mano de Dios que es capaz de bendecir a otras personas que también tienen necesidad.
Jesús nos ordena “…de gracia recibisteis, dad de gracia.” Y no solo es una orden, es un privilegio poder abundar en bendiciones a otras personas. Ser medios de bendición es lo que Dios quiere que seamos, y esa es la razón por la que nos da más allá de lo que pedimos, para que nos acerquemos a otros y les compartamos. No es en nuestra bondad o capacidad que Dios nos da, sino de su misericordia nos ofrece, y en esa misericordia es que nosotros debemos dar también a otros, no porque a nuestros ojos lo merezcan, sino porque Dios tiene misericordia de todos. Recordemos esto, «se es más feliz dando que recibiendo…»