Cristo vino al mundo para salvarnos

Cristo vino a salvar a los pecadores, por eso absolutamente todos dependemos de la gracia de Cristo para librarnos de la condenación eterna. Por un lado, nadie es tan malo como para no ser salvo, es decir, siempre la gracia supera al pecado, pero tampoco, nadie es tan bueno como para que no necesite ser rescatado y ayudado por Dios.

“El propósito maravilloso de la primera venida de Cristo a la tierra muestra el corazón del evangelio, el propósito principal y la razón de la muerte de Cristo, el cual es nuestra salvación en unión con Dios para disfrutar la vida eterna y todas las bendiciones del cielo.”

No hay palabras tan llenas de amor, de poder y de convicción como la buena noticia del evangelio, “que Cristo murió para darnos vida, que todo lo hizo sin que lo mereciéramos, para que, en lugar de sufrir el castigo de Dios, disfrutemos su amor al ser perdonados de los pecados y al darnos un lugar como hijos en su presencia.” Por eso el evangelio sólo se recibe cuando Dios convence de hacerlo, por todos los ofrecimientos y por la manifestación de su buena voluntad para que nos vaya bien.

Cristo por nosotros se hizo débil para sufrir las aflicciones del mundo y así se compadeció de nuestra condición, porque toda aflicción tiene su origen en el pecado. Cristo tomó nuestro lugar, y nos dio un sitio en el cielo, así que al estar entre nosotros lo hizo para lograr lo que para todos es imposible. Por Cristo fuimos salvados de la situación espiritual en donde satanás nos dominaba para vivir para su gloria, siendo esclavos del mundo y de nuestros propios deseos carnales.

El evangelio es lo que tenemos que vivir y anunciar, es decir, hay que compartir la esperanza de la salvación y hay que vivir en lo cotidiano bajo el imparto de evangelio, de tal manera que nuestra vida esté siendo transformada por Dios, lo cual debe servir de testimonio para que todos busquen en él lo más importante y necesario de esta vida, lo que está contenido en el evangelio, y es nuestra salvación.

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