Amemos a Dios y nos dará el dinero que él quiera

No hay satisfacción en acumular riquezas, incluso, la aflicción puede tomar más control de nuestras vidas cuando buscamos con afán lo que nos cuesta lograr o, aunque lo logremos, el hecho de no estar satisfechos nos hará ocupar toda la vida queriendo más, sin disfrutar lo que se tiene, aunque al decir verdad, el gozo de lo material es pasajero e incompleto.

“Aunque por naturaleza todos somos pecadores, el pecado se anida en el amor al dinero, porque eso hace caer fácilmente a las personas en tentaciones, la corrupción toma lugar, lo mismo la falta de desamor por uno mismo, porque se trabaja desmedidamente, sin tener descanso y paz.”

Como cualquier adicción podemos vivir para tener más, pero mientras eso sucede se va creando un vacío grande en nuestro interior, lo cual también afecta el cuerpo y con ello podemos ir perdiendo lo verdaderamente valioso, lo que no se compra con dinero y lo que nos da la satisfacción que no resulta de tener bienes materiales. La familia es sumamente importante y, está bien que anhelemos las cosas, pero no hay que sacrificar nuestro hogar, ni mucho menos debemos negociar la a fe a costa de lo material. Es decir, siempre será mejor que todo, la comunión con Dios y la familia.Anhelemos en esta vida, pero confiemos que todas las cosas provienen de la mano de Dios, que la capacidad que tenemos, más la norma divina para la vida, sean consideradas como la bendición de Dios para buscar lo que él quiere darnos, siempre contentos, satisfecho y haciendo el bien a todos. El anhelo desmedido es afán, el afán es falta de fe, lo cual nos lleva a pecar contra Dios y contra el prójimo, por eso es por lo que, existe mucha corrupción y impiedad en los ricos opresores e infelices, para quienes la ira de Dios está reservada.Confiemos que Dios nos ampara, vela por nosotros, busquemos su reino y la vida justa en Cristo, disfrutemos la salvación y servir, porque es de esta manera que las cosas materiales también llegan como añadiduras. Cuando buscamos a Dio en oración orienta nuestras vidas en su voluntad, así tenemos la dirección para hacer lo que Dios quiere que hagamos, para que seamos prósperos en nuestros roles y oficios. Pero también, cuando escudriñamos la palabra de Dios aprendemos a ponerle atención a sus promesas y, a la dirección que nos ofrece, para hacer todas las cosas para su gloria, porque lo que le glorifica, a nosotros nos edifica, y porque él honra a quienes le honran.

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