Ahora en Cristo somos de Dios y para su gloria

Antes sólo le pertenecíamos a Dios por ser sus criaturas, pues estábamos separados de él y de su gloria a causa de nuestra naturaleza pecaminosa y por todos los pecados que de manera voluntaria practicábamos como parte de nuestra vida corrompida y sujeta al mal.

“Ahora por Cristo somos hijos de Dios si es que por la fe creemos en él y nos apropiamos todos los beneficios de la cruz. Esto debe hacernos disfrutar la vida todos los días, porque en Cristo Dios nos bendice y nos trata como un Padre amoroso que quiere darnos los mejores dones del cielo para goza de él y esperar la gloria futura.”

Sin Cristo espiritualmente éramos propiedad de satanás, pues al engañarnos para pecar contra Dios le cedimos autoridad y dominio y así nos esclavizó para vivir pecando, enemigos de Dios y siempre opuestos a sus propósitos aun cuando son buenos. En la condición de miseria por el pecado el ser humano está ciego, no puede ver la gracia de Dios que se presenta a su vida, no puede oír y entender con fe el evangelio, amenos que Dios en Cristo le ayude, porque Cristo sujeto al mal, y así es como somos liberados para pertenecerle a Dios y vivir sólo para su gloria.

Hoy podemos nacer de nuevo en Cristo, ya no con la naturaleza esclava de Adán, y por lo mismo, nuestra ciudad no será más este mundo, sino el reino de los cielos. Dios con el poder del Espíritu Santo puede trasformar nuestras vidas, puede cambiar nuestra manera de pensar, de modo que pensemos y anhelemos hacer lo que le es grato, lo que es de edificación y que da honor a Cristo como nuestro suficiente y eficaz salvador.

Vivamos cada instante disfrutando las bendiciones de Dios y en la esperanza de mayores bendiciones eternas, en lugar de sufrir su castigo y juicio, pero todo esto sólo es posible cuando somos reconciliados en Cristo mediante la fe en él. La reconciliación es el propósito eterno para que no vivamos más lejos de Dios, ni bajo el poder destructor del mal, por eso en este acto divino Cristo se entregó al sufrimiento de la cruz, y así no tenemos porque seguir sufriendo la maldición del pecado, en lugar de esto en la comunión por Cristo tenemos salvación y vida eterna.

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