Somos libres de la culpa del pecado no por nuestras buenas obras, sino por creer en Cristo

La gracia que salva es el resultado de la obra de Cristo en la cruz, porque no mereciendo los beneficios que recibimos en Cristo, Dios planeó salvarnos y todos los días manifiesta su amor. Para ser parte de la familia de Dios y tener un lugar en su gloria no es con nuestros propios méritos, sino por lo que Cristo ya ha realizado y sigue haciendo por nosotros, por eso al creer por la fe recibimos la vida eterna y el derecho de ser hijos de Dios, pero reiteramos, el derecho recibido es sólo por los méritos de Cristo.

«Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.» Romanos 4:4-5

Si la salvación fuera un pago o una recompensa, entonces no seria por gracia y también nuestra perseverancia correría por nuestra cuanta, lo cual no nos haría vivir seguros de reunirnos con Dios un día en su gloria celestial. Como somos perdonados de los pecados y libres de la culpa por la justicia de Cristo, es decir, por sus obras de obediencia ante Dios y por su muerte, si podemos tener la seguridad de la salvación, porque todo el que cree no se pierde, sino que tiene vida eterna.

Ciertamente podemos agradar a Dios y hacer obras para su gloria, incluso espera una vida justa, pero esto sólo es posible después de lo que Cristo hizo por nosotros, lo cual indica, que lo que hagamos para la gloria de Dios siempre será la respuesta de un corazón agradecido y que entiende que es salvo a través de Cristo, sólo por lo que Cristo ha hecho.

Jamás estuvimos en la condición para poder salvarnos con nuestra propia fuerza, ya que satanás nos tenia sujetos a él, pero tampoco podíamos hacer las cosas para Dios decidiendo agradarle, puesto que satanás en su dominio nos mantenía opuestos a Dios, siempre en rebeldía y despreciando el ofrecimiento del evangelio con el que Dios quería hacernos libres y salvarnos. En esto se manifestó la gracia, porque aun cuando despreciábamos a Dios, él decidió amarnos y adoptarnos como hijos, confirmando esto y lográndolo a través del sacrificio de Cristo, además, Dios nos convenció por medio de su Espíritu Santo para creer en Cristo por la misma fe que brotó al oír el evangelio de la salvación.

Compartir