Un lugar consagrado a Dios es corrompido cuando no se usa para lo que fue consagrado y para quien fue consagrado. Es muy fácil que perdamos el buen propósito de las cosas y hasta de la misma vida. Nunca debemos olvidarnos de que nosotros fuimos creados y dispuestos por Dios para su gloria y que en ello encontraremos el verdadero deleite y éxito de la vida. Por otra parte, hay que despojarnos de una vida materialista, para centrarnos en lo espiritual, lo que en realidad le da a la vida la satisfacción que necesita.
“Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” Lucas 19:45-46
Ningún provecho eterno tiene la vida cuando la malgastamos y menospreciamos todos los recursos y medios espirituales que Dios ha provisto para nuestra salvación y vida eterna. Jesús no sólo buscó restablecer el orden en un lugar serio e importante para la vida humana, sino que también quiso restablecer la comunión entre nosotros con Dios, porque sólo a través de el podemos tener comunión con Dios para vida eterna. Enfocarnos sólo en lo material, sin buscar la comunión con Dios en Cristo no nos sacará de la miseria espiritual.Tenemos que aceptar que Dios es la fuente de la provisión para la vida y que el materialismo nos hace servidores del mundo y de la carne, porque cuando dejamos de buscar las cosas en Dios para depender de nosotros caemos fácilmente en la perversión, en la avaricia y en el deseo malo no controlado. Jesús nos recuerda la importancia y la necesidad de buscar a Dios en su presencia y usar la oración como un recurso espiritual para depender de él.