Si por la obra de Cristo en la cruz somos salvos y contamos siempre con los favores de Dios, en el nombre de Cristo debemos ofrecer a Dios la mejor alabanza. Si Cristo ya fue sacrificado para que recibamos el perdón y la vida eterna, nosotros ya no tenemos que sacrificar nada para nuestra salvación, ahora lo que Dios espera que le ofrezcamos es nuestra adoración en gratitud a través de Cristo.
«El altar bien visto por Dios es la cruz, el sacerdote perfecto y la ofrenda limpia es Cristo, por eso todo lo que hagamos para Dios teniendo como méritos los logros de Cristo en la cruz es bien recibido. Así es como toda nuestra vida debe manifestar a Cristo y el ejercicio de nuestra fe en él, pero, además, debemos confesarlo como nuestro salvador y en cada contenido de alabanza se debe oír que Cristo es nuestro suficiente salvador.»
Todo lo que lograron los sacrificios sangrientos del Antiguo Testamento fue temporal, más lo que Cristo hizo fue suficiente, y para siempre logrando mejores promesas, así aseguró nuestra salvación, por eso el enfoque de nuestra vida debe ser el aceptar y disfrutar el don gratuito de la salvación, pero también, debemos ser testigos del evangelio con la consagración y dedicación de nuestras vidas para su alabanza y servicio.
Tengamos en cuenta que no podemos agradar a Dios cuando queremos salvarnos por nuestros propios medios, primero, porque el que practica una fe religiosa sin Cristo manifiesta haber despreciado el evangelio que es poder de Dios para salvación. Segundo, porque los que buscan a gradar a Dios sin poner la fe en Cristo como el mediador entre Dios y nosotros, todo lo que hagan no honrará a Dios, por esto es por lo que, sólo por las obras de redención que agradaron a Dios, esto es por la justicia de Cristo, Dios atenderá con agrado la adoración y responderá con amor nuestras peticiones.