
Se ha escrito lo suficiente del evangelio para que podamos conocer a Cristo en su persona y obra, y para que sus palabras lleguen a nuestra mente y corazón. Todo lo que se dice de Cristo es tenido como verdadero porque el mismo Espíritu Santo quien inspiró la conservación del evangelio tiene como tarea convencernos de la verdad, y la aplica en nuestras vidas, toda vez que nos ayuda en la aceptación de nuestra miserable condición espiritual para buscar la solución en Cristo, quien no solamente nos libera del pecado, sino que también nos da vida eterna.
«El conocimiento del evangelio nos lleva a la aceptación por medio de la fe, de que Cristo es Dios y humano, por esto mismo, hay que tener la seguridad de que nuestra salvación es perfecta, ya que Dios no falla y porque como Dios encarnado es perfectamente humano y un humano perfecto. Cristo en verdad murió, por eso tenemos vida eterna en él, y como Dios nunca cambió, siguió siendo el mismo. Por lo tanto, la obra de salvación le correspondió al mismo que nos creó y que siempre nos ha asistido con su providencia.»
Las señales que Cristo realizó sirven como testimonio para saber quién es, en sus milagros manifestó poder divino, pero también la aceptación divina. El propósito del Padre fue glorificar al Hijo con todas las obras que quiso que realizara; lo mostró al mundo como Dios con sus prodigios y señales, y en la cruz lo exhibió como humano, quien sangró y murió para perdón de nuestros pecados. Los testigos oculares fueron puestos ahí por Dios, para ser testigos de todo esto, y así al final, nos comparten el mensaje de que Cristo es el ungido de Dios y enviado para cumplir con la tarea que nadie más podía llevar a cabo.
No debemos buscar en otra aparte que no sea la Biblia la verdad y el verdadero conocimiento, ni hay que procurar hacer más que creer. La revelación de Dios nos centra en Cristo y en el propósito de su muerte, por tal razón, siempre se deben escudriñar más las escrituras y desear la vida eterna, para no afanarnos en lo pasajero. La Palabra de Dios debe ser la fuente del conocimiento más importante y la vida eterna el fruto de la fe en Cristo. Si ya somos creyentes, hagamos que la fe crezca para que cada día nos aferramos más a Cristo, para que lo disfrutemos y nos gocemos con la vida eterna.