Dejemos que Dios complete su obra en nuestra vida

Debemos anhelar santificación y hay que procurar nuestra consagración a Dios porque ese es el propósito de Dios para nuestra vida y esto es lo que en realidad necesitamos. Nuestra fe debe estar puesta en Cristo para recibir la vida eterna y para vivir esta vida por medio de él para la gloria de Dios. Vivir para la gloria de Dios es procurar y provocar que en todo momento hagamos las cosas honrando su nombre santo, que no logremos los fines con medios deshonestos, así en los medios y en los fines seremos bendecidos y edificados.

“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” Ezequiel 36:25-27

Dios busca renovarnos espiritualmente, siempre está tratando con nosotros por medio del evangelio, a través del Espíritu Santo y aún en las circunstancias de la vida su obra no para. Por esto es por lo que, con total disposición hay que humillarnos delante de él, confiando, obedeciendo y esforzándonos en su gracia, así podemos esperar con gozo lo mejor de él. Dios propone y dispone un corazón nuevo para que todas nuestras intenciones, anhelos y acciones sean conforme a su corazón.

Dios es el único que puede por medio de Cristo cambiar nuestra naturaleza pecaminosa, nos hace nuevas criaturas conforme a la naturaleza de Cristo, así también nos da entendimiento y sensibilidad de su voluntad y demandas. Jamás podríamos agradar a Dios si no recibimos el perdón y es quitada nuestra culpa, y si no nos transformara por medio de Cristo.

Aun cuando nos equivocamos la gracia de Dios seguirá operando en nuestras vidas, con la esperanza que un día se completará nuestra perfección, porque lo que hoy ya ha iniciado con la destrucción del pecado original de nuestro ser y con la santificación terminará cuando Cristo venga. Por lo tanto, dejemos que Dios complete su obra en nuestras vidas.

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