Dios sabe de nuestras debilidades, conoce lo que no está en nuestras manos resolver y lo que no podemos obtener. Como Dios compasivo hace posible en nuestras vidas lo que necesitamos y nos ayuda para afrontar nuestras adversidades. El amor paternal de Dios hace posible su provisión, protección, provisión, pero también nos ofrece dirección por medio de su palabra y mediante el Espíritu Santo.
«Nuestra vida no puede estar bien si no aprendemos a confiar en Dios y a obedecer, lo cual implica adorarlo, orar y prestar atención al mensaje de la Biblia. Esta manera de vivir hace que los creyentes en Cristo tengamos una vida activa, agradecida y de gozo por lo que Dios hace para nosotros y por todo lo que nos da. Dios no cierra jamás sus manos ante sus hijos, al contrario, siempre nos sostiene y suple nuestras necesidades.»
Ser hijos de Dios implica fe en Cristo, someternos gustosamente a Dios para disfrutar de él, pero también para reverenciarlo viviendo una vida que le agrada, porque no solamente Dios nos declara justos, también nos hace justos, y de esto debemos ser conscientes y hay que estar siempre al pendiente, para llevar a cabo lo que nos toca en el propósito de glorificar a Dios con nuestra vida, tanto en lo que somos como en lo que hacemos.Si ya somos hijos de Dios nunca debemos pensar que nos abandona o nos desecha por nuestros errores, en realidad Dios perdona a sus hijos y los restaura en sus vidas y en la comunión con él. Dios sabe que vivimos en un mundo caído, que tenemos contacto con el pecado y que somos débiles, por eso nos ha ofrecido los recursos necesarios para crecer, madurar y fortalecernos, y también nos bendice en todo momento, porque procura que nunca nos falte su amor y bondades como buen Padre que es.